El descuido de la cuidadora

Ella siempre tuvo una sospecha clara: este mundo no es igual para todos aun siendo el mismo mundo, como si hubiera universos distintos dentro de una misma habitación. Era una niña sensible que se cubría de durezas, porque así se lo hacía creer justo. Tal vez soñaba con cuidar como quería que le cuidaran a ella. Su intuición se fue envolviendo de gustos que le fueron llevando por un camino que iba adoquinando de experiencias, de saberes, de su versión de la justicia y la capacidad de mirar a cada ser humano como algo único. A todos menos a sí misma, ya que ella sólo sentía el anhelo de lo que hubiera sido normal, natural y lógico… Tal vez ese fue su descuido. Destilaba una gracia especial por la palabra o el gesto exactos para aquellos que, de tanto dolor, gritan impactándose contra un muro, o lloran en silencio encerrándose en sí mismos, o sencillamente nunca encontraron una sola palabra que decir, al menos no una que se pueda pronunciar. Ella estaba dispuesta a comprender y buscaba tener cerca a los que están más lejos sin ser una cuestión de metros. Estaba tan convencida de su situación privilegiada frente a lo que afrontaba cada día, que no fue capaz de ver que en todos nosotros existe la doble cara de la verdad, inseparables. Tal había sido su esfuerzo por comprender lo incomprensible que gozaba del prestigio entre sus pares y del afanado reconocimiento de los que miran desde arriba. Esto le daba tregua, era el cemento y la arena para sus adoquines y le proporcionaba una extraña calma que no terminaba de creerse. Tal vez nadie le miró así de niña, tal vez aprendió a estar a la espera de la caída, del sólo para ella lógico derrumbe. El legítimo temor de un abismo personal cuando se sujeta en las patas de la pericia profesional. Parecía vivir con la sospecha detrás del halago, como si escondiera sin pretenderlo que el buen hacer es lo mínimo esperable, al menos de ella y para ella, su particular justicia. Ya estaba al resguardo de su destreza; se sentía rodar en todo aquello que había elegido para los demás, dejándose ser en cuanto hacía. Tal vez ese fue su tropiezo, poner casi todo lo que ella era en cuanto hacía. Aún no sospechaba que ser no es hacer, y corría el peligro de enredar las miradas sobre su ocupación con un veredicto sobre sí misma. Y así lo hizo, así confeccionó nuevas ropas de viejos hilos, hilos con un pasado aún presente, aún doliente… El día llegó, o más bien la noche; comenzó a recibir los desvaríos de quien no podía hacerse cargo de la estrella en su universo. Recados y encargos con forma afilada que de a poco se le iban clavando. Mensajes que contradecían su manera de verse en el espejo de los ojos ajenos. No ayudó el añejo desamparo de quien debió haber tendido una mano, y llegó el irremediable final, las dos caras de una verdad, de una moneda que cae por ambos lados a la vez. Ese día comprendió mejor que nunca a las personas que tenía la suerte de atender: un mundo propio puede ser la salida a un otro que a veces es hostil, instigador y pesaroso. Entendió que la retirada es una opción cuando el contacto es insoportable, que podía irse a su rincón de pensar, o más bien al de dejar de sentir cuando lo precisara. Pena, enfado y titubeo que no sabía bien dónde colocar, que se traducían en huidas, líos de estómago, apremio de un pecho herido y dejar estar, mirar de reojo… Tal vez fue aquí cuando empezó a diferenciar entre ser y estar. Todo estaba, y las dudas también, dudas sobre la veracidad de aquellos puñales que dejó clavados en su espalda como penitencia. Puñales que dolerían en adelante cada vez que una nueva escena rozara el más leve recuerdo de todo aquello. Un triste final inacabado. ¡Qué descuido el de la cuidadora! Tal vez comprenda que puede cuidarse como cuida a los demás, sin descuidarse. Tal vez decida dejar caer cuanto lleva clavado que no es suyo, y atender sus rozaduras. Tal vez entienda que no está clavado, sino sujeto por ella misma. Tal vez deje de necesitar dónde esconderse cuando compruebe que puede ampararse. Tal vez deje de entrometer lo que dicen que ella es con lo que quiere que vean de ella, y lo que se cuenta de sí misma. Tal vez le busque un cuidado final a este descuidado desenlace, si es que ese es su deseo.

Madrid 2020

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